sábado, 13 de julio de 2019

Y si...

Y si yo no estuviera aquí?

Me imagino nuestra vida sin mí. Desaparezco. Y vosotros seguís adelante, porque así tiene que ser.
Desaparezco.
Y mi niño bonito cumple 3 años.
Y mis niñas, mis dos gotas de agua, cumplen su primer mes. Y yo no estoy.
Mi cama sin hacer. 
Mi libro a medias.
El beso que no te di.
Las peleas estúpidas del último mes de embarazo, cuando ya no podia mas, y no me soportaba ni a mi misma.
Un blog en suspense: "qué fué de Alba?" Quizás alguien se lo pregunte alguna vez...

Como seria el mundo, nuestro mundo, si aquella enfermera no hubiera sospechado que algo pasaba? 
"Esta chica no mejora y ya han pasado 24 horas desde la cesárea..."
Una analítica.
Un TAC.
Una hemorrágia interna.
3 horas de quirófano y 4 palabras: "Haremos todo lo posible".
Todo lo posible para que yo esté aquí.
2 dias en la UCI.
Y la vida que vuelve. Que empieza. Respiro.
Aún respiro. Me despierto: "donde estoy?"
Aquí. Estoy aquí.
Lágrimas. Por lo que pudo ser y no fué. 
Qué tonteria. Te imaginas? Te imaginas la vida sin mi? "No quiero, no puedo. Quédate aquí para siempre..."
Y ya nada importa, solo que estamos vivos. Qué tonteria... morirse en un suspiro. Y qué suerte tenemos de estar juntos. La suerte. Tan caprichosa. Una vez mas, se ha puesto de nuestra parte.
Ya nada importa: ni las horas de sueño que nos faltan entre tanto biberón. Ni el cansancio. Ni las peleas estúpidas que seguimos teniendo, casi por costumbre, pero que ahora se terminan con un abrazo. Y una pregunta:
"Y si yo no estuviera aquí?" 
"No digas eso. Ni lo pienses..."

Y apartamos las sombras con un beso. 
Y nos miramos en el espejo. 
Y cogemos aire.
Y seguimos adelante... 

Lo conseguimos. 

sábado, 26 de enero de 2019

Doble salto mortal...


... con tirabuzón.

He empezado a escribir esta entrada un par de veces y no me salen las palabras. 

Aún me da miedo creerme que es real. Que nuestra última estación no era la última. Ni mucho menos!

En octubre nos hicimos la transferéncia. "Solo un embrión". Palabra de Doc. No nos planteamos nada más. 

Y a los dos días ya sé que estoy embarazada. Lo noto. Empiezan las náuseas. Y a los 10 días, la beta lo confirma. Embarazada de nuevo. Y más náuseas.

Primera eco a las 6 semanas. Y un corazón latiendo. 

Silencio.

Silencio.

Me giro preocupada hacia mi chico. Nos miramos. Y entonces...

... entonces la vida se vuelve muy loca, pero mucho. Y se hace un doble salto mortal con tirabuzón.

Nuestro embrión se ha divido en dos. Dos corazones latiendo.

Hoy, tres meses después, estoy embarazada de 16 semanas de gemelas. Mis niñas. Mis dos gotas de agua. Mi regalo inesperado. Nuestro milagro doble.

Os confieso que tengo miedo...

... pero que el miedo sea siempre así.

Os lo podéis creer??



miércoles, 22 de agosto de 2018

Repetimos?


Una llamada.

Una cita con Doc marcada en rojo en el calendario.

Una cuenta atrás.

Me tiemblan las manos. Y el alma.

Dos años recién cumplidos. Dibuja un camino rojo y me sonríe, sin saber, que nos hemos vuelto locos.

Por él, y por nosotros, volvemos a empezar el viaje.

Crucemos los dedos. Vamos a por tí!

lunes, 30 de octubre de 2017

Qué fué de nosotros?

Hay alguien ahí? 

Escribo y quizás nadie lo lea ya. Pero si alguna vez regresas aquí, mereces algo más. Un final?

Escribo des de mi teléfono mientras duermes a mi lado. Tu respiración, tus dedos acariciando en sueños la manga de mi pijama, el silencio en casa después de un dia de trabajo, prisas, risas... después de un dia "normal" para algunos. Extraordinario para mí. 

Han pasado 15 meses. Más de un año. Y todo es mejor, mucho mejor, de lo que imaginamos. Eres todo. Todo. Y eso es mucho. Soy un cúmulo de tópicos: "como puedo, podemos, quererte tanto?"

Nos lo has puesto muy fácil. Tan alegre, tan despierto, tan juguetón... nos comemos el mundo contigo! Con tus primeros dientes, tus primeros pasos, tus primeras palabras, tus primeros juegos... 

Tus ojos. Del color de las montañas: verdes, marrones, grises...

La felicidad. Tan completa. Tan grande. Tan desproporcionada. 

A veces se me nubla la vista cuando repaso las hojas de "Nuestra última estación". Que história la nuestra!

Os sigo leyendo a todas. 

Abrazo infinito. 




jueves, 8 de septiembre de 2016

Cesárea programada y atonía uterina



Mi Niño Bonito cumple este viernes 7 semanas. Un mes y medio durante el cual ha aprendido a mirarnos a los ojos, a jugar y a reírse de un modo irresistible. Casi 50 días han sido suficientes para enamorar a abuelos, tíos, primos, amigos y vecinos. Y por supuesto a nosotros. Nuestro bebé es un tragón de 4,6 quilos, tranquilote y alegre. Un bombón. Una joya. Un milagro que nos compensa la pesadilla que vivimos el 22 de julio.
 
Ingresamos a primera hora moderadamente tranquilos. El equipo de obstetricia que me hacía el seguimiento del embarazo decidió programar la cesárea justo el día que cumplía las 37 semanas. Estábamos contentos. Mi placenta previa no llegó a dar síntomas y solo nos quedaba un pequeño paso para ser padres.
 
La cesárea fue bien. Había riesgo de sangrado porque mi placenta no solo era previa si no también anterior. Es decir, se había implantado en la parte baja de mi útero y en la pared frontal, justo donde debía hacerse la incisión. Así que para sacar a mi niño tenían que cortar primero la placenta y luego correr muy mucho para evitar que ninguno de los dos perdiera más sangre de la necesaria. Y todo fue bien. Lo noté enseguida: todos los que estaban en quirófano (unos 10, entre gines, matronas, anestesista y demás) se relajaron y empezaron a bromear conmigo. Y yo estaba tan atontada por el subidón de adrenalina que casi no podía ni responder. Pero estaba tranquila. Ni eufórica ni emocionada. Solo tranquila, envuelta en una paz extraña. Me enseñaron a mi niño y se lo llevaron con su padre a hacer el piel con piel. Luego me contaron que mi chico lloró al verlo. Que pudo experimentar las sensaciones que yo me perdí. Los vi un segundo de camino a recuperación. Él me besó. Tenía los ojos rojos. Y nuestro hijo dormía en sus brazos.
 
La hemorragia empezó a los 20 minutos. Justamente en ese momento habían dejado entrar a mi chico y al bebé para que estuvieran conmigo. Pude ver su cara de terror mientras notaba como la cama se llenaba de sangre. Una ginecóloga los sacó de allí y los dejó sentados en una silla en medio del pasillo. Empezaron a entrar médicos y algunos de ellos se subían encima de mí, apretando el útero con todas sus fuerzas. Es uno de los protocolos que se siguen para resolver una atonía uterina. Mis gritos se escucharon por toda la planta. Pensé que me desmayaría por el dolor. Ojalá. Pero no.
 
La atonía uterina se produce cuando una vez expulsada la placenta el útero no se contrae para volver a su tamaño original y se queda distendido. Al no haber ese ejercicio de contracción, los vasos sanguíneos y las arterías uterinas siguen sangrando. Mucho. Y si la hemorragia no se detiene, la única solución es extirpar el útero para evitar que la madre entre en shock y muera.
 
En mi caso, después de 10 horas, consiguieron controlar la situación. Me libré de la histerectomía. Y por la noche pudieron bajarme a la habitación donde me esperaba mi familia, totalmente desencajada por la preocupación. Perdí mucha sangre, estuve ingresada una semana y aún tengo anemia.   
 
No diré que al tener a mi hijo en brazos todo se olvida porque estaría mintiendo. Le quiero, le quiero muchísimo, pero me está costando un mundo superar todo aquello. A veces tengo pesadillas. A veces siento que no he parido, que no he pasado por el proceso físico de convertirme en madre, porque las 10 horas que pasé en reanimación son como un agujero negro que ha engullido cualquier recuerdo de aquel día. A veces me miro la cicatriz y no me reconozco. Y lo peor de todo: dudo que vuelva a intentar un embarazo. Seria incapaz de vivirlo con normalidad, sin terror al parto. Y ya no puedo soportar más miedos… 
 
Sobre los días que pasé en el hospital y mi intento de lactancia materna escribiré otro día… Niño Bonito se acaba de despertar y eso sí que no quiero perdérmelo.
 
 

lunes, 1 de agosto de 2016

Nuestra última estación

 
 
Llegamos. Desde hace 10 días somos padres. Mi niño bonito, pequeño, soñado es tan perfecto como imaginé.

Nada es comparable a esta sensación, a este amor inmenso, a la paz de nuestra casa que ya tiene su olor.

La canción que le cantamos durante el embarazo es ahora nuestro himno: “Ens en sortim” Lo conseguimos. Y lloramos los dos, al escucharla, mientras él sonríe. Nuestro milagro. Nuestro regalo.

Nada más conocerle la vida nos puso una prueba más. La cesárea se complicó. Nos asomamos al abismo. Se helaron las sonrisas y las horas. Pero salimos adelante. Cuando consiga alejar la pesadilla escribiré sobre ella. Por el momento prefiero dejarla en un cajón.

Nuestra última estación es tan dulce, tan luminosa, que nada puede oscurecerla. Desde ella os escribo, sentada en un banco de madera, viendo alejarse el tren al que nos subimos hace 4 años.


Respiro.


Recuerdo.


Y aquí me quedo, por fin.


 

domingo, 10 de julio de 2016

35 semanas: placenta previa oclusiva


 
El viernes pasado cumplimos 35 semanas de embarazo. Un gran logro para nosotros, teniendo en cuenta de donde venimos!
 
En la eco de los tres meses nos empezaron a hablar de “placenta baja”. Aunque la doctora R. frunció el ceño al ver el informe, nos aseguró que aún era pronto, ya que con el crecimiento del útero la placenta puede desplazarse y dejar libre el canal de parto.
 
En la revisión de la semana 20 nos confirmaron el diagnóstico y le dieron un nuevo nombre: mi placenta ya no era baja, si no “previa oclusiva total”. Y le adjuntaron una coletilla: “es difícil que suba”. La palabras exactas de mi gine del seguro fueron que “hacía tiempo que no veía algo así” y nos recomendó acudir al Hospital público de referencia de nuestra Comunidad para hacernos el seguimiento de embarazo de riesgo. En ese momento, volvió el pánico a nuestras vidas y con él, las búsquedas en Google, la incertidumbre, las lágrimas y la preocupación.
 
Una placenta previa oclusiva como la mía (con el grado de riesgo mayor) “puede” provocar hemorragias graves, ante las cuales debe hacerse una cesárea de urgencia. Y esa palabra, “puede”, esa posibilidad, nos atormentó durante semanas. En el Hospital público donde empezaron a atendernos se lo tomaron muy en serio. Presentaron nuestro caso al comité de obstetricia y nos dieron una lista de indicaciones de obligado cumplimiento: Baja laboral inmediata, nada de relaciones sexuales, prohibido coger peso, no hacer ejercicio y vida muy tranquila, “como unas vacaciones relajantes”. Siguiendo estos consejos “puede que no pase nada. Si es así, os programaremos la cesárea entre las semanas 36 y 38, dependiendo de como estés. Si por el contrario empiezas a sangrar, vente pitando”.
 
El viernes pasado cumplimos 35 semanas de embarazo.
 
Y por una vez nos ha tocado estar en el porcentaje de los afortunados. Por el momento (crucemos los dedos) no he tenido ni una pequeña pérdida, ningún síntoma que haga pensar en un final precipitado. Para ser justos, esto ha sido posible gracias a mi pareja y a mis padres. Entre los tres organizaron un batallón de ayuda que ha incluido la limpieza de la casa, la preparación de la habitación de mi Niño Bonito, poner orden en todos los armarios, repintar paredes, reformar nuestro patio y llenado de nevera cada pocos días. A ellos se han unido, cuando han podido, el resto de la familia y amigos, sobretodo en estos últimos 15 días en los que mi tripa enorme y las cada vez más frecuentes contracciones no me han permitido hacer casi nada.
 
Y así estamos. Y esta es nuestra experiencia con una placenta previa. La siguiente meta es la cesárea, para la que aún no tenemos fecha. Es posible que esta semana salgamos de dudas, pero por ahora prefiero no pensar demasiado en ello. Sé que en cuanto lo haga volverán el miedo y las pesadillas, y después de todo, nos merecemos unos días más de felicidad, no?