Y si yo no estuviera aquí?
Me imagino nuestra vida sin mí. Desaparezco. Y vosotros seguís adelante, porque así tiene que ser.
Desaparezco.
Y mi niño bonito cumple 3 años.
Y mis niñas, mis dos gotas de agua, cumplen su primer mes. Y yo no estoy.
Mi cama sin hacer.
Mi libro a medias.
El beso que no te di.
Las peleas estúpidas del último mes de embarazo, cuando ya no podia mas, y no me soportaba ni a mi misma.
Un blog en suspense: "qué fué de Alba?" Quizás alguien se lo pregunte alguna vez...
Como seria el mundo, nuestro mundo, si aquella enfermera no hubiera sospechado que algo pasaba?
"Esta chica no mejora y ya han pasado 24 horas desde la cesárea..."
Una analítica.
Un TAC.
Una hemorrágia interna.
3 horas de quirófano y 4 palabras: "Haremos todo lo posible".
Todo lo posible para que yo esté aquí.
2 dias en la UCI.
Y la vida que vuelve. Que empieza. Respiro.
Aún respiro. Me despierto: "donde estoy?"
Aquí. Estoy aquí.
Lágrimas. Por lo que pudo ser y no fué.
Qué tonteria. Te imaginas? Te imaginas la vida sin mi? "No quiero, no puedo. Quédate aquí para siempre..."
Y ya nada importa, solo que estamos vivos. Qué tonteria... morirse en un suspiro. Y qué suerte tenemos de estar juntos. La suerte. Tan caprichosa. Una vez mas, se ha puesto de nuestra parte.
Ya nada importa: ni las horas de sueño que nos faltan entre tanto biberón. Ni el cansancio. Ni las peleas estúpidas que seguimos teniendo, casi por costumbre, pero que ahora se terminan con un abrazo. Y una pregunta:
"Y si yo no estuviera aquí?"
"No digas eso. Ni lo pienses..."
Y apartamos las sombras con un beso.
Y nos miramos en el espejo.
Y cogemos aire.
Y seguimos adelante...
Lo conseguimos.
Nuestra última estación
sábado, 13 de julio de 2019
sábado, 26 de enero de 2019
Doble salto mortal...
... con tirabuzón.
He empezado a escribir esta entrada un par de veces y no me salen las palabras.
Aún me da miedo creerme que es real. Que nuestra última estación no era la última. Ni mucho menos!
En octubre nos hicimos la transferéncia. "Solo un embrión". Palabra de Doc. No nos planteamos nada más.
Y a los dos días ya sé que estoy embarazada. Lo noto. Empiezan las náuseas. Y a los 10 días, la beta lo confirma. Embarazada de nuevo. Y más náuseas.
Primera eco a las 6 semanas. Y un corazón latiendo.
Silencio.
Silencio.
Me giro preocupada hacia mi chico. Nos miramos. Y entonces...
... entonces la vida se vuelve muy loca, pero mucho. Y se hace un doble salto mortal con tirabuzón.
Nuestro embrión se ha divido en dos. Dos corazones latiendo.
Hoy, tres meses después, estoy embarazada de 16 semanas de gemelas. Mis niñas. Mis dos gotas de agua. Mi regalo inesperado. Nuestro milagro doble.
Os confieso que tengo miedo...
... pero que el miedo sea siempre así.
Os lo podéis creer??
miércoles, 22 de agosto de 2018
Repetimos?
Una llamada.
Una cita con Doc marcada en rojo en el calendario.
Una cuenta atrás.
Me tiemblan las manos. Y el alma.
Dos años recién cumplidos. Dibuja un camino rojo y me sonríe, sin saber, que nos hemos vuelto locos.
Por él, y por nosotros, volvemos a empezar el viaje.
Crucemos los dedos. Vamos a por tí!
lunes, 30 de octubre de 2017
Qué fué de nosotros?
Hay alguien ahí?
Escribo y quizás nadie lo lea ya. Pero si alguna vez regresas aquí, mereces algo más. Un final?
Escribo des de mi teléfono mientras duermes a mi lado. Tu respiración, tus dedos acariciando en sueños la manga de mi pijama, el silencio en casa después de un dia de trabajo, prisas, risas... después de un dia "normal" para algunos. Extraordinario para mí.
Han pasado 15 meses. Más de un año. Y todo es mejor, mucho mejor, de lo que imaginamos. Eres todo. Todo. Y eso es mucho. Soy un cúmulo de tópicos: "como puedo, podemos, quererte tanto?"
Nos lo has puesto muy fácil. Tan alegre, tan despierto, tan juguetón... nos comemos el mundo contigo! Con tus primeros dientes, tus primeros pasos, tus primeras palabras, tus primeros juegos...
Tus ojos. Del color de las montañas: verdes, marrones, grises...
La felicidad. Tan completa. Tan grande. Tan desproporcionada.
A veces se me nubla la vista cuando repaso las hojas de "Nuestra última estación". Que história la nuestra!
Os sigo leyendo a todas.
Abrazo infinito.
jueves, 8 de septiembre de 2016
Cesárea programada y atonía uterina
Mi Niño Bonito cumple este
viernes 7 semanas. Un mes y medio durante el cual ha aprendido a mirarnos a los
ojos, a jugar y a reírse de un modo irresistible. Casi 50 días han sido
suficientes para enamorar a abuelos, tíos, primos, amigos y vecinos. Y por
supuesto a nosotros. Nuestro bebé es un tragón de 4,6 quilos, tranquilote y
alegre. Un bombón. Una joya. Un milagro que nos compensa la pesadilla que
vivimos el 22 de julio.
Ingresamos a primera hora
moderadamente tranquilos. El equipo de obstetricia que me hacía el seguimiento
del embarazo decidió programar la cesárea justo el día que cumplía las 37
semanas. Estábamos contentos. Mi placenta previa no llegó a dar síntomas y solo
nos quedaba un pequeño paso para ser padres.
La cesárea fue bien. Había riesgo
de sangrado porque mi placenta no solo era previa si no también anterior. Es
decir, se había implantado en la parte baja de mi útero y en la pared frontal,
justo donde debía hacerse la incisión. Así que para sacar a mi niño tenían que
cortar primero la placenta y luego correr muy mucho para evitar que ninguno de
los dos perdiera más sangre de la necesaria. Y todo fue bien. Lo noté
enseguida: todos los que estaban en quirófano (unos 10, entre gines, matronas,
anestesista y demás) se relajaron y empezaron a bromear conmigo. Y yo estaba
tan atontada por el subidón de adrenalina que casi no podía ni responder. Pero
estaba tranquila. Ni eufórica ni emocionada. Solo tranquila, envuelta en una
paz extraña. Me enseñaron a mi niño y se lo llevaron con su padre a hacer el
piel con piel. Luego me contaron que mi chico lloró al verlo. Que pudo
experimentar las sensaciones que yo me perdí. Los vi un segundo de camino a
recuperación. Él me besó. Tenía los ojos rojos. Y nuestro hijo dormía en sus
brazos.
La hemorragia empezó a los 20
minutos. Justamente en ese momento habían dejado entrar a mi chico y al bebé
para que estuvieran conmigo. Pude ver su cara de terror mientras notaba como la
cama se llenaba de sangre. Una ginecóloga los sacó de allí y los dejó sentados
en una silla en medio del pasillo. Empezaron a entrar médicos y algunos de
ellos se subían encima de mí, apretando el útero con todas sus fuerzas. Es uno
de los protocolos que se siguen para resolver una atonía uterina. Mis gritos se
escucharon por toda la planta. Pensé que me desmayaría por el dolor. Ojalá.
Pero no.
La atonía uterina se produce
cuando una vez expulsada la placenta el útero no se contrae para volver a su
tamaño original y se queda distendido. Al no haber ese ejercicio de
contracción, los vasos sanguíneos y las arterías uterinas siguen sangrando.
Mucho. Y si la hemorragia no se detiene, la única solución es extirpar el útero
para evitar que la madre entre en shock y muera.
En mi caso, después de 10 horas,
consiguieron controlar la situación. Me libré de la histerectomía. Y por la
noche pudieron bajarme a la habitación donde me esperaba mi familia, totalmente
desencajada por la preocupación. Perdí mucha sangre, estuve ingresada una
semana y aún tengo anemia.
No diré que al tener a mi hijo en
brazos todo se olvida porque estaría mintiendo. Le quiero, le quiero muchísimo,
pero me está costando un mundo superar todo aquello. A veces tengo pesadillas.
A veces siento que no he parido, que no he pasado por el proceso físico de
convertirme en madre, porque las 10 horas que pasé en reanimación son como un
agujero negro que ha engullido cualquier recuerdo de aquel día. A veces me miro
la cicatriz y no me reconozco. Y lo peor de todo: dudo que vuelva a intentar un
embarazo. Seria incapaz de vivirlo con normalidad, sin terror al parto. Y ya no
puedo soportar más miedos…
Sobre los días que pasé en el
hospital y mi intento de lactancia materna escribiré otro día… Niño Bonito se
acaba de despertar y eso sí que no quiero perdérmelo.
lunes, 1 de agosto de 2016
Nuestra última estación
Llegamos. Desde hace 10 días
somos padres. Mi niño bonito, pequeño, soñado es tan perfecto como imaginé.
Nada es comparable a esta sensación, a este amor inmenso, a la paz de nuestra casa que ya tiene su olor.
La canción que le cantamos durante el embarazo es ahora nuestro himno: “Ens en sortim” Lo conseguimos. Y lloramos los dos, al escucharla, mientras él sonríe. Nuestro milagro. Nuestro regalo.
Nada más conocerle la vida nos puso una prueba más. La cesárea se complicó. Nos asomamos al abismo. Se helaron las sonrisas y las horas. Pero salimos adelante. Cuando consiga alejar la pesadilla escribiré sobre ella. Por el momento prefiero dejarla en un cajón.
Nuestra última estación es tan dulce, tan luminosa, que nada puede oscurecerla. Desde ella os escribo, sentada en un banco de madera, viendo alejarse el tren al que nos subimos hace 4 años.
Respiro.
Recuerdo.
Y aquí me quedo, por fin.
domingo, 10 de julio de 2016
35 semanas: placenta previa oclusiva
El viernes pasado cumplimos 35
semanas de embarazo. Un gran logro para nosotros, teniendo en cuenta de donde
venimos!
En la eco de los tres meses nos
empezaron a hablar de “placenta baja”. Aunque la doctora R. frunció el ceño al
ver el informe, nos aseguró que aún era pronto, ya que con el crecimiento del
útero la placenta puede desplazarse y dejar libre el canal de parto.
En la revisión de la semana 20
nos confirmaron el diagnóstico y le dieron un nuevo nombre: mi placenta ya no
era baja, si no “previa oclusiva total”. Y le adjuntaron una coletilla: “es
difícil que suba”. La palabras exactas de mi gine del seguro fueron que “hacía
tiempo que no veía algo así” y nos recomendó acudir al Hospital público de
referencia de nuestra Comunidad para hacernos el seguimiento de embarazo de
riesgo. En ese momento, volvió el pánico a nuestras vidas y con él, las
búsquedas en Google, la incertidumbre, las lágrimas y la preocupación.
Una placenta previa oclusiva como
la mía (con el grado de riesgo mayor) “puede” provocar hemorragias graves, ante
las cuales debe hacerse una cesárea de urgencia. Y esa palabra, “puede”, esa
posibilidad, nos atormentó durante semanas. En el Hospital público donde
empezaron a atendernos se lo tomaron muy en serio. Presentaron nuestro caso al
comité de obstetricia y nos dieron una lista de indicaciones de obligado
cumplimiento: Baja laboral inmediata, nada de relaciones sexuales, prohibido
coger peso, no hacer ejercicio y vida muy tranquila, “como unas vacaciones
relajantes”. Siguiendo estos consejos “puede que no pase nada. Si es así, os
programaremos la cesárea entre las semanas 36 y 38, dependiendo de como estés.
Si por el contrario empiezas a sangrar, vente pitando”.
El viernes pasado cumplimos 35
semanas de embarazo.
Y por una vez nos ha tocado estar
en el porcentaje de los afortunados. Por el momento (crucemos los dedos) no he
tenido ni una pequeña pérdida, ningún síntoma que haga pensar en un final
precipitado. Para ser justos, esto ha sido posible gracias a mi pareja y a mis
padres. Entre los tres organizaron un batallón de ayuda que ha incluido la
limpieza de la casa, la preparación de la habitación de mi Niño Bonito, poner
orden en todos los armarios, repintar paredes, reformar nuestro patio y llenado
de nevera cada pocos días. A ellos se han unido, cuando han podido, el resto de
la familia y amigos, sobretodo en estos últimos 15 días en los que mi tripa
enorme y las cada vez más frecuentes contracciones no me han permitido hacer
casi nada.
Y así estamos. Y esta es nuestra
experiencia con una placenta previa. La siguiente meta es la cesárea, para la
que aún no tenemos fecha. Es posible que esta semana salgamos de dudas, pero
por ahora prefiero no pensar demasiado en ello. Sé que en cuanto lo haga volverán
el miedo y las pesadillas, y después de todo, nos merecemos unos días más de
felicidad, no?
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