Doc me llamó la misma tarde de mi
último negativo. El 23 de diciembre. Está preocupado porque el gine que me dio los
resultados le ha dicho que “lloré e hice muchas preguntas”. Y tiene razón. Lo
suelo hacer cuando me dicen que la beta es 0. Necesito un momento para
asimilarlo y la mejor manera es haciendo preguntas. Muchas veces ni escucho las
respuestas, estoy en blanco, pero esa lista de explicaciones que ya me sé de
memoria me da una tregua antes de salir a la calle. Sé que cuando nos subamos
al coche el mundo se nos caerá encima. Lo sé. Por eso pregunto una y mil veces
las mismas cosas. Los mismos porqués. Para poder respirar ni que sean 10
minutos antes de enfrentarme a la realidad.
Esta vez creíamos que era la
buena. No soy de hacerme ilusiones ni de imaginarme embarazada o jugando con
mis hijos. Quizás ese sea el problema. Pero esta vez íbamos convencidos. Habíamos
planeado decírselo a la familia en Nochebuena. Ilusos. Aún así, aguanté el tipo
más allá de los dos lagrimones de rigor en la consulta. Fuimos a comer y por la
tarde tenia reunión de trabajo. Todo parecía en orden, como la calma que
precede la tormenta. Hasta que uno de los compañeros de trabajo me contestó
mal. No lo hizo con mala intención. Ni siquiera era algo personal, más bien se
dirigió a mí con vehemencia. Y yo, que suelo ser un témpano de hielo, me
desbordé. Di un golpe sobre la mesa y se hizo el silencio. A partir de ese
momento sentí un nudo en la garganta cada vez más grueso y apretado. Como una
bola de nervios y tristeza. Y al llegar a casa, lloré. Lloré mucho, sin poder
controlarlo.
Ahora estoy mejor, hablar con Doc me tranquiliza.
Dice que vaya a verle después de
reyes. Que hablaremos mucho y tranquilamente. Que no me haga más preguntas de
las necesarias, que para él “este ciclo no cuenta, ovulaste antes y en vuestro
caso, probarlo con un solo embrión es como intentarlo de manera natural un mes
cualquiera”. Lo dice para quitarme de
encima el peso de un pensamiento recurrente: “31 años, 3 FIVs negativas. Infertilidad
de origen desconocido”.
Según Doc, “tenemos muchas
opciones antes de tirar la toalla. Lo conseguiremos”.
Y aunque parezca mentira, aún me
lo creo. Será que la Navidad consigue hacer magia conmigo. Lejos de deprimirme,
me dejo envolver por el ambiente… y hasta cuando mi prima anunció en Nochebuena
que estaba embarazada otra vez, me alegré! Si. Justo el mismo día que nosotros
queríamos contarle al mundo que lo habíamos conseguido. Me alegré. Y mi chico
también. Será que somos muy, muy, muy fuertes y aún no lo sabemos?
Pd.- Muchas gracias por estar ahí. Sois de las cosas buenas que me han pasada este año. Y en ello pensaré cuando suenen las doce campanadas y pida mi deseo. Todas merecemos un final feliz! Que el 2015 nos traiga aquello que deseamos y nos de fuerzas y paciencia por si hay que seguir esperando...
Un beso enorme a todas. Y mil gracias otra vez...