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viernes, 11 de diciembre de 2015

El miedo


Horas que parecen días, que parecen semanas, que parecen meses…
 
Las lágrimas de mi padre cuando le dije “estoy embarazada”. La sonrisa de mi madre. Los saltos de alegría de mi hermano. Y nuestra complicidad ante un secreto que de momento guardamos como un tesoro. El resto del mundo sigue girando… más despacio que nunca.
 
Un ramo de rosas al llegar a casa, “porque nunca fuimos tan felices como hoy”.
 
Los problemas del trabajo que ahora me parecen pequeños, pequeños…
 
Las fuerzas perdidas que han vuelto de golpe.
 
Mi confianza. Vuelvo a ser yo.
 
Mis ojos, por fin. Reconozco mi mirada.
 
El abrazo de nuestros mejores amigos que un día lucharon como luchamos nosotros. Y no lo consiguieron. Y ahora esperan que su hijo llegue de un país muy lejano. Lloramos las dos porque nuestros sueños empiezan a cumplirse. Y sé que ella está contenta a pesar de su dolor. Y no hay amistad mejor ni más limpia…
 
Y el miedo.
 
El miedo que me impide pensar en mi hijo.
 
El miedo de que todo esto termine. Que no vaya bien. La sensación de estar haciendo equilibrios al borde de un precipicio.
 
El miedo y yo. Hoy hicimos un trato.
 
Yo le respeto y él no me acecha.
 
Solo falta una semana para nuestra primera eco. Solo. Y a mi me parece una eternidad…
 
 
 

viernes, 23 de enero de 2015

Mientras esperamos, una canción

Un día, el amor de mi vida me regaló esta canción.
Ahora nos acompaña.
Y nos recuerda que los muros también caen.
 
Espero que os guste.
 
 
 
Hay días que son diamantes, hay días que son rocas
Algunas puertas están abiertas, algunas carreteras están bloqueadas

Los atardeceres son de oro, luego se desvanecen
Pero si nunca hago nada, volveré atrás algún día?

Porque tienes un corazón tan grande que podría aplastar esta ciudad
No puedo aguantar para siempre, pero incluso los muros se caen

Alrededor de mi isla hay una barricada
Se mantiene el peligro, se sostiene en el dolor

A veces eres feliz, a veces lloras
La mitad de mí es océano, la mitad de mí es cielo

Pero tienes un corazón tan grande que podría aplastar esta ciudad
Y no podrás aguantar para siempre, pero incluso los muros se caen

Y algunas cosas se terminan, otras se van
Tienes una parte mi, otra ya se ha ido.

Pero tienes un corazón tan grande que podrías aplastar esta ciudad
No siempre se puede aguantar, pero incluso los muros caen…
 
"Walls", Tom Petty and the Heartbreakers

martes, 13 de enero de 2015

El silencio


 
En el tratamiento que me hice el pasado mes de mayo, tuve una gastroenteritis durante la betaespera.
 
Después de la punción del mes de octubre, faringitis.
 
Y esta Navidad, tras el negativo, perdí la voz. Empezó como un resfriado común y poco a poco fui quedándome afónica. Y así sigo, 3 semanas después.
 
Mi familia dice que vaya al médico. Y a mi me da una pereza enorme. Sé lo que me pasa: hablo demasiado, en el trabajo no paro, ni con los amigos… y mi garganta ha dicho basta.
 
Buscando por Internet (Doctor Google!) he leído que la afonía puede tener una explicación emocional después de un período prolongado de estrés. No soy mucho de creer en la somatización pero la verdad es que mi cuerpo se empeña en que le escuche.
 
3 tratamientos, 3 enfermedades, no dicen mucho de mi.
 
Igual mis defensas me están pidiendo unas vacaciones. Habrá llegado ya el momento de parar?
 
Mi chico me repite el mantra impuesto por Doc: “Eres muy joven”. Y yo me quedo en silencio, agradeciendo que mis cuerdas vocales estén en huelga para que no se me escape un “ya no puedo más”.
 
Objetivamente, debo ser muy quejica. 3 Fivs no son “para tanto”. “Sólo” llevamos dos años y medio. 31 años “no son nada”. Y recuerdo lo que le dije a Doc la última vez que hablamos: “lo único que quiero es que esto se acabe. Estoy harta de ser la-que-no-se-queda-embarazada. Soy mucho más que eso pero no puedo pensar en nada más. Que se acabe YA. Vamos a ovodonación”. Y Doc me dice que no. Que aún no. “Yo soy el medico y no voy a hacerte una ovo solo porque estés cansada. Si quieres, tómate un respiro. Y ya hablaremos”.
 
Y en eso estoy. Respirando. En silencio.
 
Hace media hora, en un arranque de optimismo, he llamado a la Clínica para pedir hora. El viernes tengo cita con Doc. Igual tiene un plan o cree que hay que seguir intentándolo. Confío en él más que en mi misma, así que le escucharé y le haré caso. Me dejaré llevar.
 
Mientras, mi chico me obliga a volver a hacer deporte. A comer fruta. A recuperar las vitaminas y el ácido fólico del fondo del cajón. Él cree que lo conseguiremos. Hasta sueña con la idea de tener mellizos!
 
Y si Él está tan convencido… porqué no voy ha estarlo yo?
 

Seguimos viajando hacia nuestra última estación...

jueves, 18 de diciembre de 2014

Vida normal


Vida normal. Son palabras del gine que me hizo la transferencia el sábado pasado. Me dice que nada de reposo, que no me apunte a un triathlon pero que tampoco me quede en la cama.
 
Vida normal. Y yo me pregunto: seré capaz? Es posible hacer vida normal mientras escuchas cada señal de tu cuerpo? A los tres días de la transfe empiezan los pinchazos en útero y ovarios. Mi cabeza dice que son por la progesterona. Mi corazón desea que sean por la implantación. Me miro al espejo y me digo: “te has vuelto loca?? Es tu tercera FIV y aún estamos con esas? No sabes que es imposible que haya síntomas en tan pocos días?” Pero mi corazón ha vuelto a empezar… y aquí estoy. Buscando en Google síntomas embarazo transferencia congelado. Como si de una principiante se tratara…
 
Vida normal. Recorro media ciudad con el ordenador a cuestas. Intento no sentirme culpable por caminar tanto. He dejado los tacones en casa. Nunca me han gustado pero a veces en el trabajo los llevo. Esta semana no. Necesito sentir que pongo de mi parte… y aún así, me siento culpable: ayer me estresé. Fue un día de locos. Y llego a casa convencida de otro negativo. “Es imposible que se quede conmigo”. Y mi chico me regala tres rosas rojas. Las esconde en el armario, en mi baño y bajo mi almohada. Lloro. Y mi cabeza me dice: “Estás premenstrual”. Y mi corazón replica: “Son las hormonas del embarazo!”
 
Vida normal. Es posible? Lo intento, de verdad. Pero me tumbo en el sofá a ver la tele e inconscientemente me achucho el pecho. “Hoy ha empezado a dolerme, como siempre. Igual no tanto.” Y le digo a Él: “tu crees que me han crecido?”. Y entonces me doy cuenta de que es una pregunta absurda y nos partimos de la risa.
 
Vida normal. Creo que ya no recuerdo lo que es. Mi vida dejó de ser “normal” hace dos años, cuando empecé este camino.
 
No soy la misma.
 
Y la normalidad es tan relativa… no creéis?

jueves, 2 de octubre de 2014

Las cosas que no hice

 
El antibiótico que no me tomé, a los dos meses de empezar la búsqueda, “por si acaso estoy embarazada”…
 
Los pantalones que no me compré, porque “total, los voy a poder llevar dos meses”…
 
Los viajes que se quedaron en proyecto…
 
Las copas de vino que no me bebí…
 
El deporte que dejé de hacer...
 
La habitación que sigue vacía, por si algún día…
 
El dinero que ahorré, cuando las cosas se pusieron feas y los tratamientos llegaron…
 
Los deseos que pedí y no se cumplieron en fin de año, ni al soplar las velas de mi 29 cumpleaños… ni a los 30… y a los 31?
 
Los trabajos que rechacé…
 
La familia más cercana, que lo sabe, y ya no pregunta…
 
Las discusiones con Él por puro cansancio, por pura tristeza…
 
Las lágrimas que me tragué…
 
El miedo que perdí…
 
Las fuerzas que no sabía que tenía… y ahí están…
 
El deseo de volverlo a intentar…
 
… y vosotras.
 
Aunque parezca mentira, al leer esta lista que escribí en un día gris, el balance sigue siendo positivo.
 
Pd.- Estamos a la espera de que me baje la regla para empezar con los pinchazos. La semana que viene será de infarto ya que me llamaron para una sustitución en un sitio muy chulo de trabajo y no quise decir que no. Así que tendré que arreglármelas y coger las citas con DOC a las 8 de la mañana o a última hora de la tarde. Siempre y cuando no ocurra nada excepcional y tenga que viajar o hacer horas extras (los periodistas no tenemos horario, ya se sabe…). Pero si ocurre, mi chico se ha pedido vacaciones y está dispuesto a recorrerse nuestra comunidad autónoma con una neverita en la mano para traerme los pinchazos “a domicilio”! Así que crucemos los dedos y que en el lugar donde vivo no les de por armar la marimorena de noticias. Y a partir del lunes 13, tranquilitos, centrados en la punción y en lo que venga… deseadnos suerte!
 


lunes, 2 de junio de 2014

Te espero

Te quiero, no me gusta esperar
pero igual te espero…
(Andrés Calamaro)
 
El sábado empezó la espera. Al final, de los 6 embriones, nos pusieron dos. Uno tipo B y otro tipo C “pero con muy buena pinta”. El resto se han quedado en cultivo para ver si llegan a blastocisto y se pueden “congelar”. Y yo no sé que pensar…

En las últimas transferencias salí sin aliento, con el estómago encogido y directa al sofá, muerta de miedo. Me daba pánico moverme, estornudar (algo casi imposible en una alérgica como yo), ir al baño o simplemente, respirar. Me sentía culpable por todo. Y al llegar los negativos, esa culpabilidad se multiplicó por mil.

Cuando conocí a Doc se lo conté, me entendió, pero no le gustó. Según él, “los resultados serán los que sean, la diferencia estará en como lo vivas y lo que te afecte. Tienes que estar fuerte para aceptar, tanto un sí como un no”. Y en eso estoy.

En Clínica 2 tienen un protocolo diferente al de Clínica 1. Después de la transferencia, en la que Él pudo estar presente (nos reímos un montón), me tuvieron 15 minutos tumbada. Luego, a casa, con una sola indicación: “sigue tomando ácido fólico”. “Peeero… y el reposo?”. “Lo normal, lo lógico. No te quedes en la cama. Ni tampoco te pongas a fregar o a levantar pesas. Tranquila pero activa. Si estuviera demostrado que el reposo sirve para algo, os tendríamos ingresadas los 15 días siguientes!”. Y lo dijo con una sonrisa tan encantadora, tan dulce, y sobretodo, tan segura, que decidí creer en ella. Y de repente, respiré. Otra vez. Se me deshizo el nudo de la garganta. Volví a ser yo. Se fueron los fantasmas y la culpa. Y decidí esperar. Y disfrutarlo.

Ahora me siento rara. Han pasado tres días y hay momentos en que se me olvida lo vivido. Como si mi vida fuera normal. Como si en una semana no fueran a darme, quizás, la noticia más importante…
 
 
 
Pd.- Creo que el hecho de que mis embriones sean “B” y “C” me hace ser mucho más realista. Me gustaría ser un mar de optimismo, pero no. Hasta me sorprende mi frialdad. Él, en cambio, está en una nube. Y aunque ante Doc lo niegue, yo sigo con mi poquito de miedo en el cuerpo. Miedo al fracaso, y sobretodo, a la desilusión y la tristeza de aquellos que me rodean. Como si no tuviera suficiente preocupándome por mi! No tengo remedio…

jueves, 29 de mayo de 2014

Todo es posible


Ya estáis aquí. Sois realidad. Biología. Ciencia. Magia... Aún no me acostumbro a imaginaros. Pero el sábado tenemos una cita… nosotros y vosotros.

Ayer fue la punción. Rápida y “sin complicaciones” según el parte de alta. Aunque tengo que reconocer que la anestesia me sentó “como un tiro” en palabras de Doc. Temblores, náuseas y las pulsaciones a mil por hora. Salí de la Clínica aún medio dormida y empezó a llover. Unas gotas enormes que en dos minutos se convirtieron en granizo. Y a pesar del mal cuerpo, me pareció bonito. Una señal. No sé de quién, pero una señal al fin y al cabo. En el coche, de camino a casa, Él me miraba de reojo con preocupación y solo repetía: “Ha ido todo bien! Muy bien!” Pero yo… ya sabéis. Los números. Los malditos números. Esa obsesión mía por las cifras y las estadísticas.

En la punción se recuperaron 6 óvulos. “Pocos” me decía yo. “Suficientes” me respondía Doc. Pero la buena noticia ha llegado esta mañana.

 

-          Buenos días, soy la bióloga de Clínica 2, eres Alba?

-          Si, soy yo! (corazón en la boca)

-          ¿Como te encuentras?

-          Bien, bien, bien… (dilo ya, dilo ya dilo ya)

-          Tengo muy buenas noticias…

-         

-          Han fecundado todos. Tenéis 6 embriones. El sábado será la transferencia.

-          …  (si tuviera confeti, juro que inundaría la casa con él)

 

Ahora nuestro tren es una fiesta. Nos lo queremos permitir. Ya llegarán los días de nervios, incertidumbre y angustia. Nos esperan a la vuelta de la esquina. Pero este momento es el de la esperanza. El instante antes de saltar al vacío. La noche de reyes. Hoy todo es posible. Y en dos días tenemos una cita...

jueves, 15 de mayo de 2014

El historial (III)...

Según un estudio del doctor Miguel Ángel Checa (Jefe de Reproducción Humana del Hospital del Mar de Barcelona), los embriones congelados tienen mejor tasa de implantación que los frescos. Es uno de los informes que me leí cuando decidimos aceptar un nuevo intento con nuestro único blastocisto.
El día de la transferencia el biólogo nos contó que el embrión no solo había superado el proceso de descongelación, sino que además estaba empezando a romper la capa exterior (“hatching”, lo llaman). “Está listo. Es perfecto”, me dijo. “Es magia pura”, pensamos nosotros. Imaginármelo me aceleraba el pulso. Y así nos fuimos a casa: montados en un tren convertido en feria, con un pequeño mago en el corazón...
Durante los doce días siguientes me sentí acompañada. Hasta que volvimos a la consulta de la Clínica 1.
- No ha podido ser
- (Silencio)
- Pero bueno, había muy pocas posibilidades…
- (Incredulidad)
- … ya se sabe, los congelados son peores…
- ¿Perdón? (enfado)
- … y encima sólo era uno
- Se acabó.
- Podemos empezar otro ciclo…
- Pero si era perfecto (primera lagrimilla…)
- (Silencio)
- … dijisteis que era “perfecto”
- (Silencio)
No saben muy bien que decir. Y yo no quiero escuchar más. Soy muy consciente de las estadísticas que se manejan con estos tratamientos. No exijo infalibilidad. Pero sí empatía. Y mucha sinceridad.
 
 
Pd.- Ya han pasado seis meses desde ese último capítulo. Durante este tiempo nos han hecho todas las pruebas habidas y por haber, incluidos los estudios de cariotipo, inmunología y coagulación. Todo perfecto, como siempre (sic.).
Y con los resultados (que no dicen nada) nos plantamos en la Clínica 2 donde Doc, nada más verme, me miró a los ojos y me dijo: “Chica, 30 años y un misterio. Esto no te tendría que estar pasando. Debes estar muy cabreada con el mundo”.
Pues si. Mucho.
Y por primera vez alguien lo dice en voz alta. Y noto como se me anuda la garganta.
Y Él, que sigue la conversación sentado a mi lado, me aprieta la mano. “Esta es la buena”, me dice al salir, “vamos a comprar una botella de cava. Se la regalaremos a Doc cuando lo consiga”.
El próximo domingo empezamos nuevo trayecto. En un tren renovado, con ventanales enormes que dan al mar. Pero ahora vamos despacio, disfrutando del paisaje, no vayamos a perdernos ningún detalle…