jueves, 29 de mayo de 2014

Todo es posible


Ya estáis aquí. Sois realidad. Biología. Ciencia. Magia... Aún no me acostumbro a imaginaros. Pero el sábado tenemos una cita… nosotros y vosotros.

Ayer fue la punción. Rápida y “sin complicaciones” según el parte de alta. Aunque tengo que reconocer que la anestesia me sentó “como un tiro” en palabras de Doc. Temblores, náuseas y las pulsaciones a mil por hora. Salí de la Clínica aún medio dormida y empezó a llover. Unas gotas enormes que en dos minutos se convirtieron en granizo. Y a pesar del mal cuerpo, me pareció bonito. Una señal. No sé de quién, pero una señal al fin y al cabo. En el coche, de camino a casa, Él me miraba de reojo con preocupación y solo repetía: “Ha ido todo bien! Muy bien!” Pero yo… ya sabéis. Los números. Los malditos números. Esa obsesión mía por las cifras y las estadísticas.

En la punción se recuperaron 6 óvulos. “Pocos” me decía yo. “Suficientes” me respondía Doc. Pero la buena noticia ha llegado esta mañana.

 

-          Buenos días, soy la bióloga de Clínica 2, eres Alba?

-          Si, soy yo! (corazón en la boca)

-          ¿Como te encuentras?

-          Bien, bien, bien… (dilo ya, dilo ya dilo ya)

-          Tengo muy buenas noticias…

-         

-          Han fecundado todos. Tenéis 6 embriones. El sábado será la transferencia.

-          …  (si tuviera confeti, juro que inundaría la casa con él)

 

Ahora nuestro tren es una fiesta. Nos lo queremos permitir. Ya llegarán los días de nervios, incertidumbre y angustia. Nos esperan a la vuelta de la esquina. Pero este momento es el de la esperanza. El instante antes de saltar al vacío. La noche de reyes. Hoy todo es posible. Y en dos días tenemos una cita...

lunes, 26 de mayo de 2014

Breaking news!


Entrada rápida, casi sin aliento, para contar la última hora. Tras 9 días de estimulación, Doc ha decidido que ya es suficiente. Mañana “descanso” y miércoles punción. Y a mi ya me tiemblan las piernas.
“Entre el sábado y el lunes, transferencia de embriones”. O embrión. Ahora eso da igual. Y a mi se me nublan los ojos. Y me muerdo la angustia y los nervios y la emoción, y me lo trago todo junto para no llorar. “¡Aún no!”, pienso. Y las lágrimas, en equilibrio, siguen en su lugar. Las mantengo a raya. De momento…
 
 
 
Pd.- Normalmente la fase de estimulación dura entre 10 y 12 días, dependiendo de la respuesta de la paciente. En mi caso, y con una dosis estándar de Gonal (200 al día), Doc considera que los folículos más grandes ya han llegado al tamaño adecuado (entre 18 y 20 mm). Si siguiera con la medicación, podría conseguir que crecieran los más pequeños pero se corre el riesgo de echar a perder los que ya tienen la medida justa. Además, en el anterior tratamiento de la Clínica 1 observaron una subida en los niveles de progesterona tras 11 días de Puregón, que aunque no preocupantes, sí podrían influir en el fallo de implantación. Y como mi Doc es muy listo, dice que no quiere marear mi cuerpo más de lo necesario, no sea que se nos rebele de nuevo… en fin, que paso a paso. Y todo muy controlado. Es lo que tenemos las OVNIS. Que al ser un misterio cualquier detalle es sospechoso.

viernes, 23 de mayo de 2014

"Somos números"


No. La frase no es mía. La pronunció Doc al ver mi cara de decepción tras el primer recuento de folículos.

- 5
- ¿Sólo 5?
- 5 buenos. De momento. El resto ahí van.
- ¿No son pocos?
- Son suficientes.
- Tengo 30 años… igual podría tener más…
- Igual podrías tener menos.  Nunca se sabe.

Y entonces lo dijo: “Quiero que no te preocupes pero entiendo tu preocupación. Somos números. Contamos folículos, hormonas, dosis de medicación, días, semanas y meses… Es la información que voy acumulando. Yo mismo pienso en números. Así que es normal que tú lo hagas. Pero por favor… hazlo solo ahora. Luego sal de aquí y deja los números en mi ordenador. Yo me ocupo.”

Sonríe. Aunque le veo serio antes de cerrar la puerta de su despacho. Levanta la vista y me guiña un ojo.

“Somos números”, pienso. Y tiene razón. Somos probabilidades, tantos por cientos… una aguja, dos agujas, tres agujas… tres cajas de ácido fólico. Un latido, y dos, y tres… y así hasta el infinito. Quedan sietes días. Y los vamos tachando en el calendario. Números cada vez más bajos en la cuenta corriente. Números cada vez mayores si contamos las risas, los brindis, los abrazos…

Y un número.

El número en mayúsculas.

Tú y Yo.

Que ahora sumamos dos.

Pero no por mucho tiempo…

lunes, 19 de mayo de 2014

Presente

El presente es hoy. Y eres tú. Un calendario de citas con Doc. 11 días que empezaron ayer, de agujas, nervios e ilusión. Una vez más. La ilusión de acercarnos a ti.
 
El presente somos nosotros. Que intentamos no pensar demasiado. Que nos miramos de reojo y llegamos a la conclusión de que es imposible no pensar. Y entonces nos reímos, “por lo que puede ser”. Porque el presente, quizás esta vez, nos regale un guiño. Y se convierta en futuro.
 
El presente es un verano que llega. Nuestro paraíso de playas y caminos de piedra. Una copa de vino para despedirse del vino, “porque esta es la buena”…
 
 
 
Pd.- Así empezamos el segundo tratamiento de Fecundación In Vitro con nuestro nuevo Doc. Lo hacemos con una calma “rara”, sobretodo Él. A mi, lo confieso, me temblaron las manos con el primer pinchazo...
Seguiré informando. 

jueves, 15 de mayo de 2014

El historial (III)...

Según un estudio del doctor Miguel Ángel Checa (Jefe de Reproducción Humana del Hospital del Mar de Barcelona), los embriones congelados tienen mejor tasa de implantación que los frescos. Es uno de los informes que me leí cuando decidimos aceptar un nuevo intento con nuestro único blastocisto.
El día de la transferencia el biólogo nos contó que el embrión no solo había superado el proceso de descongelación, sino que además estaba empezando a romper la capa exterior (“hatching”, lo llaman). “Está listo. Es perfecto”, me dijo. “Es magia pura”, pensamos nosotros. Imaginármelo me aceleraba el pulso. Y así nos fuimos a casa: montados en un tren convertido en feria, con un pequeño mago en el corazón...
Durante los doce días siguientes me sentí acompañada. Hasta que volvimos a la consulta de la Clínica 1.
- No ha podido ser
- (Silencio)
- Pero bueno, había muy pocas posibilidades…
- (Incredulidad)
- … ya se sabe, los congelados son peores…
- ¿Perdón? (enfado)
- … y encima sólo era uno
- Se acabó.
- Podemos empezar otro ciclo…
- Pero si era perfecto (primera lagrimilla…)
- (Silencio)
- … dijisteis que era “perfecto”
- (Silencio)
No saben muy bien que decir. Y yo no quiero escuchar más. Soy muy consciente de las estadísticas que se manejan con estos tratamientos. No exijo infalibilidad. Pero sí empatía. Y mucha sinceridad.
 
 
Pd.- Ya han pasado seis meses desde ese último capítulo. Durante este tiempo nos han hecho todas las pruebas habidas y por haber, incluidos los estudios de cariotipo, inmunología y coagulación. Todo perfecto, como siempre (sic.).
Y con los resultados (que no dicen nada) nos plantamos en la Clínica 2 donde Doc, nada más verme, me miró a los ojos y me dijo: “Chica, 30 años y un misterio. Esto no te tendría que estar pasando. Debes estar muy cabreada con el mundo”.
Pues si. Mucho.
Y por primera vez alguien lo dice en voz alta. Y noto como se me anuda la garganta.
Y Él, que sigue la conversación sentado a mi lado, me aprieta la mano. “Esta es la buena”, me dice al salir, “vamos a comprar una botella de cava. Se la regalaremos a Doc cuando lo consiga”.
El próximo domingo empezamos nuevo trayecto. En un tren renovado, con ventanales enormes que dan al mar. Pero ahora vamos despacio, disfrutando del paisaje, no vayamos a perdernos ningún detalle…

martes, 13 de mayo de 2014

El historial (II)...

Recuerdo el primer pinchazo de mi primera FIV. Lo recuerdo porque me dió la risa. Le había prometido a Él que le esperaría, que lo haríamos juntos. Pero me pudo la impaciencia. Cargué el boli, puse la aguja y alehop! De pronto una duda “¡¿he puesto la dosis correcta?!”. Y los nervios. Y el tembleque. Y la risa…
Y así me encontró Él. Eufórica. Me sentía poderosa. Una superwoman. Dando saltos por el salón de pura histeria.
La verdad es que tengo buen recuerdo de aquel tratamiento. Nuestro tren fue una fiesta durante esos días. Todo iba muy bien, “de libro”, dijo la doctora. Y llegamos al día de la transferencia con dos embriones de tipo A, “perfectos”, nos repetían, y otros siete evolucionando en el laboratorio.
Y por primera vez nos dimos permiso para visualizar. Nuestros hijos. La posibilidad de ser padres concentrada en un puñado de células. A un paso… Y así pasaron los días, con nuestros dos “proyectos” en mi tripa: Yo, paralizada por la responsabilidad, incrustada en el sofá con la espalda crujida. Él, convencido de su (doble) paternidad, flotando por casa e imaginando nombres y situaciones. Y el estado de excepción se contagió a mis padres, que ignorando estadísticas y probabilidades, daban por hecho mi embarazo.
Hasta que el día 10 post-transfer… os lo podéis imaginar. Ella. La puñetera. Ni progesterona ni sentido común. Cuatro días antes de la beta, hizo acto de presencia.
Confieso que tomé aire profundamente, casi con alivio. Llevaba más de una semana conteniendo la respiración, calculando cada movimiento, sin ser dueña de mi cuerpo. Como si llevara adosada una bomba a punto de estallar.
Él no estaba en casa y yo me fui a correr. Y mientras corría lloré por ellos. Por mis dos “posibilidades”, porque me hubiera encantado conoceros…
Y así di por finalizado mi primer tratamiento de reproducción asistida. Con una mezcla de incredulidad, sensación de irrealidad y sentimiento de culpa por aquel primer pensamiento: “Al fin se acabó. Vuelvo a ser yo”.
 
P.d.- De nuestro primer viaje sobrevivió un pequeño embrión que logró convertirse en blastocisto. Lo vitrificaron y nos empujaron a iniciar “en seguida” el tratamiento para implantarlo. Tuvimos muchas dudas, ya que sólo era uno… pero el tren iba sin frenos. Y nos dejamos llevar de nuevo.

jueves, 8 de mayo de 2014

El historial (I) …

O el mantra que repetimos de memoria cada vez que se nos sienta un ginecólogo nuevo delante, como un guión aprendido al que le vamos añadiendo capítulos, personajes y finales. Y lo recitamos con desgana, con frases largas y bien construidas. Con datos y palabras que la gran mayoría de mortales no entenderían. A veces se nos enciende la chispa del entusiasmo ante un nuevo comienzo. Y entonces le ponemos pasión y dibujamos nuestra historia con las manos abiertas, mientras zarandeamos los resultados de las analíticas y el recuento de nuestros últimos folículos.
Mi historial es relativamente breve, pero no por eso, aburrido. Empieza con un ciclo de OMIFIN “por probar”, a pesar de ser un medicamento que induce la ovulación cuando no tenemos ningún problema en ese aspecto. Resultado: negativo, hiperestimulación leve y quiste residual.
Al salir huyendo de aquella consulta fuimos a parar a la Clínica 1. Repiten el famoso diagnostico “desconocido” con el pack completo de pruebas (analíticas, seminograma, histerosalpingografia…) Seguimos “perfectos” (sic.) Recomendación: Fecundación In Vitro, sin paños calientes ni medias tintas. “La IA no te servirá”, nos confiesan a media voz. Y yo tengo el impulso de gritarlo en la sala de espera, por aquello de avisar a las compañeras. Aún así, nos subimos al tren de la reproducción asistida. Lo hacemos en uno de alta velocidad. Y yo tengo la sensación de que pierdo el control… y sigo pensando que antes del primer pinchazo que aquella señora me cuenta como ponerme, ya estaré embarazada.
Ilusa.
 
Pd.- La Inseminación Artificial (IA) es un procedimiento de reproducción asistida que consiste en depositar la muestra seminal en el interior del útero mediante una cánula. Esto se hace después de inducir la ovulación de la mujer mediante la inyección de hormonas. Se considera un tratamiento “sencillo”, ya que no requiere paso por quirófano y es indoloro (más allá de los pinchazos). Su tasa de éxito depende de cada clínica y del diagnóstico de la pareja, pero oscila alrededor del 15 por ciento. O sea, algunas veces funciona.
En el caso de los OVNIS como nosotros, nunca se sabe. Me seguiré informando.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Un regalo inesperado


Hoy me has regalado esta canción.

Por casualidad.

Sin conocer mi historia.

Por pura intuición.

“Porque me recuerda a ti, a aquel viaje que hicimos juntas hace 12 años”

Y me ha parecido perfecta…


Gritad. Todo cuanto queráis. Nos lo podemos permitir.

martes, 6 de mayo de 2014

Soy un OVNI


OVNI. m:  Objeto o fenómeno observado en la atmosfera (o sala de espera) de naturaleza desconocida por el observador (o sea, el doctor).

Esa soy yo. Un OVNI, un fenómeno desconocido, un misterio, una raíz cuadrada, un pretérito indefinido. Según mi Doctor. “un chollo!”. Según mi experiencia: una incógnita sin despejar.

Tengo 30 años. Y estoy “sana, sanísima”. Ni una hormona alteradilla, oiga. Ni una regla a destiempo.

Él, ídem. Nada, de nada, de nada. “Pocas pistas nos queréis dar!”, me dice Doc. Y ahí sigue, analítica tras analítica, rebuscando una explicación que nos libere del Origen Desconocido. De ese pozo sin fondo.    

Escuchamos el diagnostico por primera vez al año de estar subidos en nuestro tren, cuando las estaciones pasaban lenta y tranquilamente. Tras las primeras pruebas, zas! Infertilidad de Origen Desconocido. “Muy pronto”, pensé yo. “Muy joven”, pensó mi ginecóloga. Y las dos miramos para otro lado.

Nos repitieron la canción en la primera clínica de reproducción asistida a la que acudimos al año y medio. Por aquello de ganar tiempo “mientras nos quedamos embarazados en un descuido”. Y con una contundencia pasmosa, nos mandaron al primer tratamiento: Fecundación In Vitro. Así, sin pensarlo mucho ni pasar por IA “que total, no sirve para nada”. Palabras textuales.

Miradas de reojo y cara de póker.

En ese momento, nuestro tren cogió velocidad. Dejamos de contemplar el paisaje y a través de las ventanas, solo se veía (se ve) una imagen borrosa de todas la estaciones que vamos dejando atrás. Sin parar. De momento.

 

P.d.- Aunque parezca mentira, la infertilidad de origen desconocido es un concepto médico. La padecen 2 de cada 10 parejas que se enfrentan a un estudio de reproducción asistida. Es un hecho. No estamos locos, ni nerviosos, ni obsesionados (sic). Simplemente, aún no se hacen las pruebas necesarias para descubrir lo que nos pasa.

lunes, 5 de mayo de 2014

Un comienzo

Soy una luchadora. No es un título que lleve con especial orgullo. Es un hecho. No lo escribo con signos de exclamación ya que no es mérito mío. Soy luchadora porque lucho. Porque no me queda mas remedio. Porque no hay otra salida. Es como cuando te meten en una pelea en la que no estabas interesada. En absoluto. Mi vida no era lucha. Era emoción, alegría, días de sol, un dulce fluir de acontecimientos… Sencilla pero emocionante. Soy periodista. He viajado y he conocido historias de todo tipo. Soy una lectora voraz. Soy una persona normal… pero ya no.

Ahora lucho. Pero no con una armadura brillante ni con la cabeza alta por el orgullo. Es una lucha gris, silenciosa, secreta... escondida tras una risa también gris. Porque no nos engañemos. Las máscaras siempre son peor que la realidad. La ventaja es que solo las detectan aquellos que nos conocen bien. Para ellos, mi sonrisa se ha vuelto gris y mi actitud, apagada. No saben muy bien porque. Hasta los que conocen de nuestra lucha, no entienden muy bien el cambio. No saben que los tratamientos, la frustración, las esperas interminables, la tristeza… están ahí siempre. Siempre. Sobretodo en nosotras. En mí.

Yo no era así.
 

Y ahora no me gusta como soy.

Y a pesar de todo, lucho.

O como dice Él, sigo subida en un tren que nos llevará a la estación final donde, esperemos, no estarán esperando Ellos (o Ellas). Y es solo cuestión de tiempo. “Acomódate, chica. Ya que el viaje es largo, mejor hacerlo juntos.”

Y des de ese tren os escribo. Empiezo este cuaderno. Para no olvidar nunca el trayecto. ¿Me acompañáis?