El viernes pasado cumplimos 35
semanas de embarazo. Un gran logro para nosotros, teniendo en cuenta de donde
venimos!
En la eco de los tres meses nos
empezaron a hablar de “placenta baja”. Aunque la doctora R. frunció el ceño al
ver el informe, nos aseguró que aún era pronto, ya que con el crecimiento del
útero la placenta puede desplazarse y dejar libre el canal de parto.
En la revisión de la semana 20
nos confirmaron el diagnóstico y le dieron un nuevo nombre: mi placenta ya no
era baja, si no “previa oclusiva total”. Y le adjuntaron una coletilla: “es
difícil que suba”. La palabras exactas de mi gine del seguro fueron que “hacía
tiempo que no veía algo así” y nos recomendó acudir al Hospital público de
referencia de nuestra Comunidad para hacernos el seguimiento de embarazo de
riesgo. En ese momento, volvió el pánico a nuestras vidas y con él, las
búsquedas en Google, la incertidumbre, las lágrimas y la preocupación.
Una placenta previa oclusiva como
la mía (con el grado de riesgo mayor) “puede” provocar hemorragias graves, ante
las cuales debe hacerse una cesárea de urgencia. Y esa palabra, “puede”, esa
posibilidad, nos atormentó durante semanas. En el Hospital público donde
empezaron a atendernos se lo tomaron muy en serio. Presentaron nuestro caso al
comité de obstetricia y nos dieron una lista de indicaciones de obligado
cumplimiento: Baja laboral inmediata, nada de relaciones sexuales, prohibido
coger peso, no hacer ejercicio y vida muy tranquila, “como unas vacaciones
relajantes”. Siguiendo estos consejos “puede que no pase nada. Si es así, os
programaremos la cesárea entre las semanas 36 y 38, dependiendo de como estés.
Si por el contrario empiezas a sangrar, vente pitando”.
El viernes pasado cumplimos 35
semanas de embarazo.
Y por una vez nos ha tocado estar
en el porcentaje de los afortunados. Por el momento (crucemos los dedos) no he
tenido ni una pequeña pérdida, ningún síntoma que haga pensar en un final
precipitado. Para ser justos, esto ha sido posible gracias a mi pareja y a mis
padres. Entre los tres organizaron un batallón de ayuda que ha incluido la
limpieza de la casa, la preparación de la habitación de mi Niño Bonito, poner
orden en todos los armarios, repintar paredes, reformar nuestro patio y llenado
de nevera cada pocos días. A ellos se han unido, cuando han podido, el resto de
la familia y amigos, sobretodo en estos últimos 15 días en los que mi tripa
enorme y las cada vez más frecuentes contracciones no me han permitido hacer
casi nada.
Y así estamos. Y esta es nuestra
experiencia con una placenta previa. La siguiente meta es la cesárea, para la
que aún no tenemos fecha. Es posible que esta semana salgamos de dudas, pero
por ahora prefiero no pensar demasiado en ello. Sé que en cuanto lo haga volverán
el miedo y las pesadillas, y después de todo, nos merecemos unos días más de
felicidad, no?